martes, 22 de marzo de 2011

Marzo: el mes del conejo.

 El pobre ya se esconde cuando me ve llegar; está todo emparanoiao; 
no hay más que mirarle a los ojos para darse cuenta.

Supongo que con el rollito este del conejo no engaño a vuestras sagaces mentes, y os oleréis rápidamente que sigo sin tiempo/ganas de escribir; ya nos vamos conociendo, ¿no?

Aun así, me gustaría dedicar un ratito a proclamar con regocijo la llegada de mi muy querida primavera, y de paso regalaros una imagen que vi hace unos días por el barrio, y que a pesar de su simpleza, me conmovió y me sacó una sonrisa.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Un conejito por otro

Los que tengáis Cotidianas en el reader o en la lista de lectura no lo acusaréis, pero me consta que quienes entran al blog de vez en cuando para ver si he actualizado, y si tardo un poco más de lo habitual, pueden acabar jartándose un tanto de ver la misma foto una y otra vez. Máxime -me hago cargo- si es un primer plano de unos genitales femeninos. Y aunque fueran masculinos, vaya.

Así que, magnánima como soy, he decidido que aunque estoy vaga-vaga para currarme una entrada en condiciones,  me voy tirar al rollo y actualizar, que una semana ya es suficiente homenaje a nuestras partes. 

Y con pereza de escribir ¿qué queda? Fotos. Me he dado una vuelta por las últimas, y esto es lo que os ha tocado:

Iba yo un día de la semana pasada por la calle Tribulete, camino del curro, cuando para mi gran sorpresa y admiración me vi a un pequeño conejito blanco spray en mano, escribiendo sobre la pared tamaña obscenidad: "Viva la  Esteban"  "Caray con el conejito... -pensé para mis adentros. Y acontinuación: Esto lo tengo yo que arretratar pa' sacarlo en Cotidianas".

Lamentablemente para cuando hube parado la bici y sacado la cámara de mi mochila, el conejito ya había acabado su pintada y, percatándose de mi presencia, escondía el spray de pintura tras la espalda. De hecho si os fijáis en la foto se ve cómo asoma por un lado el bote de pintura, ¿lo veis? A la izquierda.


Total, que al día siguiente mismo conejito, misma historia; al llegar yo, el muy truhan (¡sin acento!) volvió a poner esa cara suya de no haber roto nunca un plato, que casi hasta da ganas de creérselo.
Pero yo estaba determinada a conseguir la imagen que mostrara al mundo su verdadera naturaleza vandálica, así que me hice la longui yo también, y cuando vi que el conejito me daba por desaparecida y reemprendía la marcha, le seguí en la distancia cámara en mano para retratarle pergeñando su siguiente fechoría.

Y fechoría la hubo, pero no spray en mano, sino...


martes, 8 de marzo de 2011

La vulva y el arte

Dedicado a las mujeres, en nuestro día.

Este es El origen del mundo.


Lo pintó Gustave Courbet allá por el año 1866. Qué valor; un escorzo con una vulva ahí en primer plano, sin brazos, piernas o cabeza que permitan al observador la excusa de estar mirando a otra parte. Claro, así le fue al cuadro, que estuvo el pobre un siglo y medio de periplo vergonzante, oculto en anticuarios, colgado tras otros cuadros de motivos menos comprometidos...  viviendo en las sombras nada menos que hasta 1995, en que un osado comisario del Museo D’Orsay de Paris le echó arrestos y lo expuso –con la precaución, eso sí, de poner una vigilancia especial en la sala, por temor a las reacciones del público.

Las cosas han cambiado bastante desde que Courbet cometió el atrevimiento de mostrar esta perspectiva de una mujer, y hoy en día tenemos todos los primeros planos de pubis femeninos que queramos a un clic de ratón. Pero seamos francas; las “nuevas vulvas” que se ven en internet y películas porno son radicalmente diferentes de la del cuadro de Courbet, y desde luego radicalmente diferentes de la que la inmensa mayoría de las mujeres veríamos si cogiéramos un espejito y miráramos hacia abajo, ¿verdad chicas?

Afrontemos los hechos; el prototipo de vulva que nos está vendiendo la industria del porno es irreal: un pubis sin vello –o apenas una leve insinuación- labios pequeñitos, todo muy recogidito y de un color rosado uniforme. Nada sobresale o llama la atención; es apenas una línea entre las piernas, como si fuera la vulva de una niña, solo que a mayor escala. Un poco enfermizo eso, ¿no?

Me parece muy preocupante que las mujeres vayamos poco a poco tragándonos esta gran bola e intentemos adaptar nuestra anatomía a este canon artificial y ridículo impuesto. Pero está sucediendo: cada vez más chicas se deciden por la "depilación extrema" -una tortura y esclavitud a la que yo personalmente no estoy dispuesta a someterme- y en casos más radicales, la inseguridad respecto a la estética de los propios genitales lleva a algunas mujeres a cortar por lo sano y recurrir a la cirugía (!!)

Este equivalente moderno de la mutilación genital -comenta al respecto Jamie Mc Cartney, escultor inglés- es una práctica extraña que sugiere que una vulva es mejor que otra. 

Los hombres -continúa diciendo- ven por lo general más vulvas que las mujeres, que a menudo solo han visto la suya propia.  De ahí mi deseo de mostrar la gran variedad de formas, porque puede resultar infinitamente fascinante, empoderante y reconfortante. Para muchas mujeres sus genitales son una fuente de vergüenza más que de orgullo, y esta obra busca restablecer el equilibrio, mostrando que todas son diferentes, y todas son normales. 

Su obra, La gran muralla vagina, que se expondrá por primera vez este mes de mayo en el Brighton Festival Fringe, está compuesta de nada menos que 400 moldes de vulvas de mujeres desde los 18 a los 76 años, distribuidos en diez paneles de cuarenta moldes cada uno.

¡Empoderaos chicas, mirando esta pequeña muestra!

martes, 1 de marzo de 2011

El punto sin retorno

Desde hace más de un año no veo los telediarios ni leo los periódicos habitualmente. Necesito mantenerme alejada de ese metralleo constante de noticias nefastas sobre las injusticias, crueldades y horrores que suceden en el mundo.

Mucha gente me reprocha mi postura; gente que dice que hay que saber la verdad, que hay que estar informado. Y yo me pregunto, ¿Para qué? ¿Para que se me parta el corazón con las cosas que oigo? ¿A quién beneficia que yo sepa, si como tantas otras personas no puedo hacer, no hago nada al respecto?

El pasado noviembre echaba un vistazo a un 20minutos que me encontré en la sala de profesores. En la portada había el siguiente titular, referente a la invasión de Marruecos del Sahara Occidental: Ocultos en Aaiún: "Por la noche se oyen las torturas” No pude evitar imaginármelo y sentir una tristeza y un dolor  inmensamente profundos, y llorar. Es tan, tan espantoso.

Entiendo que debemos tener conocimiento de las cosas terribles que suceden en el planeta en que vivimos; no podemos vivir en el mundo piruleta. Pero llega un punto en que nuestra mente no puede asumir tanto horror, tanto dolor, y poco a poco nos vamos anestesiando; es normal, es un mecanismo de defensa. Y esto tampoco es bueno. Creo que hay que encontrar un equilibrio, y no me parece que sea fácil.

Por todas estas razones estoy solo mínimamente informada sobre la ola de rebeliones que está sucediendo en el mundo musulmán, pero lo poco que me llega me parece espeluznante. Espeluznante por un lado y tremendamente heroico y esperanzador por otro. Pero me queda tan lejos, tan remoto es para mi vida tranquila de barrio, que me costaba imaginar qué podía impulsar a poblaciones enteras de personas a tener la temeraria valentía de salir a las calles, sabiendo que pueden perder la vida exigiendo justicia. Hace unos días me llegó la escalofriante explicación:

Hemos llegado al punto sin retorno. Sabemos que si no morimos en las calles, nos matarán en nuestras casas.

Llevo unos días que no me puedo quitar esto de la cabeza. Ni del pecho y el estómago.

Y siento que no hay mucho que yo pueda hacer al respecto. Pero hace tiempo me propuse que cuando tuviera este sentimiento de indefensión e impotencia, para evitar la “parálisis”, tenía que encontrar aunque tan solo fuera lo mínimo que sí pudiera hacer, y hacerlo. Así que he escrito este post.